jueves, 15 de octubre de 2015

Preludio (Ella va a estar bien)

Esa noche tenía que ducharme. Un largo día húmedo me hacía sentir incomoda dentro de mi propia piel. Ya con el agua corriendo desde mi cabello ansiaba que se llevara no sólo el sudor del día sino la impotencia y la rabia que me envolvían como un capullo. Ahí fue cuando rompió el llanto. El que brota desde las entrañas, el que se desborda en oleajes, el que contiene el grito ahogado.
Y así, en medio de ese instante privado en el que me daba permiso para derrumbarme, tocó la puerta Sophía. Mi niña grande preocupada por su mami que lloraba sola en el baño. Y sin pedir mucho permiso fue ella quien entró y me consoló:
- Es por la tía Erika ¿verdad?
- Si, mi amor. Ella está muy malita.
- Tranquila mami, hay que concentrarse en lo bueno, ella va a estar bien.
- Tienes razón, mi vida, pero ella no va a mejorar.  La enfermedad que tiene no se cura.
- ¿No se cura? ¿No tiene antídoto?
- No mi vida. Y su cuerpo está muy malito. Está cansado.
- Tranquila mami. Aunque le pase algo, ella va a estar bien.

Así crece mi niña grande. Así crece y es ella quien me da las lecciones de vida en los momentos más difíciles.

sábado, 9 de agosto de 2014

En el metro

Recuerdo cuando inauguraron el Metro de Caracas. Fue en enero de 1983 y yo tenía 6 años y medio. El trayecto era únicamente Chacaito - Propatria y cada estación tenía una cierta "personalidad". Recuerdo todavía la intensa campaña publicitaria que logró de manera exitosa el cambio de actitud de los caraqueños.
Hoy, 31 años después, llevamos a mis pequeñas a hacer su primer viaje en metro. Puede parecer extraño para muchos pero el transporte subterráneo no es una alternativa para la zona donde vivimos y tampoco se ha hecho parte de nuestra rutina ya que contamos con carro particular.
En definitiva, en todos estos años las niñas no habían tenido la oportunidad de usar el metro y hoy realizamos un paseo que solventara esta situación.
No fue algo premeditado. Salimos con la intención de caminar por Sabana Grande desde Chacaito hasta Plaza Venezuela y se me ocurrió que podíamos regresar en metro. Lo decidimos mientras jugaban en uno de los tantos mini-parques que tiene ahora el boulevard. Separarlas de la diversión no fue difícil, sólo tuve que decir una vez: "Vamos niñas, que regresamos en metro". A lo que enseguida respondieron entre el asombro y la emoción: "¡¿Vamos a conocer el metro?!".
Así lo hicimos. Y al regreso le agregamos un paseo por las estaciones en sentido Propatria. El mismo recorrido que yo hice 31 años antes.
Ver su rostro iluminarse en el trecho de Caño Amarillo, ver cambiar su expresión por la inesperada irrupción de la luz después de tanto subterráneo, es algo que quedará grabado en mi memoria por siempre.
Mientras observaban las novedades en el paisaje Lucía comentó: "¡Wao! Desde aquí se ve toda Venezuela". A lo que Sophi respondió "No Luci. Aquí se ve es al pueblo".


miércoles, 6 de agosto de 2014

Llamadas telefónicas

Feb. 2009
En medio de una jornada muy ocupada, suena el teléfono fijo de mi oficina, atiendo. Del otro lado del receptor escucho una voz infantil, familiarmente pícara, es Lucía:
"Hola mami. ¡Hice pupú!"
***
Al día siguiente suena el teléfono. "Hola mami. ¿Cómo estás? Te extraño mucho", me dice Sophi desde el otro lado de la línea y yo quiero materializarme en casa y abrazarlas grande y fuerte.
Nuevamente suena:
 Sophi:  Mami, Luci me pateó.
 Yo:  ¿Y por qué fue eso?
 Sophi:  No sé, no me acuerdo. Déjame pensar. (pausa) Ya va. (escucho al fondo) ¡Luci! ¿Por qué fue que me pateaste?
***
Esta mañana salí muy temprano de casa. Las dejé dormidas y mientras me iba le comentaba a Roberto que me sentía muy mal por no haberme despedido de ellas. Ya en la oficina suena el teléfono: "Mami, te fuiste y no te despediste" (muero lentamente dentro de mí) "Te llamaba para decirte que te amo. Luci quiere saludarte, te la paso." (...) "¡Hola mami! ¡Buenos días! Toma un besito".
Esta noche voy a derretirme con ellas mientras las apurruño inmenso.

sábado, 26 de julio de 2014

Mis amores y la lectura

Ya Lucía sabe leer. No sólo silabea, va construyendo armoniosamente los sonidos de cada palabra tejiendo oraciones y frases enteras comprendiendo su significado. Todos estamos muy orgullosos de ella, especialmente Sophía quien a veces con paciencia y a veces con ansiedad, acompaña estas pequeñas lecturas animándola o ayudándola. Las escenas son únicas y hermosas y no tengo otra forma de describirlas porque son, definitivamente, momentos mágicos.
En casa procuro estimular la lectura con la mayor frecuencia posible. Dos o tres veces a la semana las acompaño con algún libro, hacemos voces, discutimos el significado de palabras extrañas, jugamos a los homónimos, a los sinónimos. Al menos una vez al mes hay por lo menos un libro nuevo para ellas.
Cuando van a mi trabajo corren a la librería que se encuentra en la entrada del edificio y se van directo a la sección de libros infantiles. Para ellas los libros son un elemento cotidiano y una alegría.
De las anécdotas más lindas que tengo hasta la fecha está la más reciente, una de las primeras lecturas de Luci en solitario: Desde mi habitación la escuché leyendo en voz alta un cuento corto, adecuado para su edad. Apagué mi televisión y la escuché con lágrimas en los ojos porque no la había escuchado antes leer tan fluido. Me acerqué hasta el cuarto y la acompañé en la lectura, ella también disfrutaba el momento porque comprendía perfectamente que era un momento único.
A Sophi, por su lado le encanta curiosear cualquier libro que pase por sus manos, disfruta mucho la poesía y siempre afirma que su poeta favorito es Gustavo Adolfo Becquer. Llevé a la casa algunos libros con poesía venezolana y últimamente le gusta mucho Aquiles Nazoa.
Estoy en la búsqueda de El Principito, creo que ya están listas para una lectura más compleja.

jueves, 24 de julio de 2014

Un mundo diferente

Creo que entre las primeras cosas que te planteas cuando tienes un@ hij@ es el tema de la trascendencia: ¿de qué manera influimos en las nuevas generaciones para mejorar como sociedad, como seres humanos? No sé si es una pregunta que se haga todo el mundo, yo me la he hecho y muchas veces.
Este asunto de trascender a través de la siguiente generación y al mismo tiempo ayudarles a descubrir su propia individualidad y no terminar en el mueble de un psicólogo debatiendo hasta qué punto estamos resolviendo nuestras propias frustraciones; es toda una hazaña. Al final no sabes si lo estás haciendo bien sino en retrospectiva.
Pues gracias a esa retrospectiva me he sentido satisfecha en varias ocasiones que quiero compartir, quizás una de las más pequeñas pero creo que más importantes es que mis chamas no toman refresco. En varias ocasiones, sobretodo en fiestas infantiles, les ofrecen refresco y ellas dicen muy lindas "No gracias. ¿Tiene jugo? Entonces agua está bien?" En ese momento soy increíblemente feliz. Quizás más adelante cuando sean adolescentes tomen algún refresco ocasional pero no será un vicio terrible.
Otro momento de satisfacción fue cuando en una conversación con otros papás y mamás junto con los compañeros de clase de Sophi, hablábamos de reunirnos en vacaciones y surgió la opción de encontrarnos en la feria de un centro comercial. Sophi que escuchaba atentamente aportando ideas preguntó inocentemente que de qué feria hablaban, si era la feria del libro. En ese momento caí en cuenta que mis hijas no tienen en su cotidianidad el concepto de "feria" como el lugar donde se aglomeran los restaurantes de comida rápida en los centros comerciales porque para nosotros no es parte de nuestros hábitos ir de paseo a esos lugares ni comer en esos restaurantes. En cambio sí lo es las diferentes ferias del libro que se hacen a lo largo del año en la ciudad. Estoy segura que cuando sea adolescente esto cambiará pero seguramente será una fase y no un espacio habitual.
Ahora que las niñas están más grandes, también he tenido que enfrentar otro tipo de situaciones, especialmente en el contexto de las discusiones. No es fácil encontrar un equilibrio entre la autoridad que significa ser madre y tomar decisiones definitivas en cuanto algunos aspectos como la comida que van a comer y debatir con las niñas cosas que suelen ser negociables como el tiempo de televisión o de esparcimiento. El resultado ha sido que mis hijas han aprendido a cuestionar las cosas más insólitas con bastante frecuencia y esto puede resultar agotador e incluso exasperarte pero intuyo que será una siembra que cosecharemos más adelante en el carácter que tengan cuando sean adultas. Espero no estar equivocada.
Creo que el meollo de este asunto es ayudarles a construir un criterio que les permita tomar decisiones dentro del contexto en que les toque vivir. La sociedad en la que yo crecí es definitivamente muy diferente al de ellas. Precisamente su esencia como seres humanos, sus valores, serán lo que les permita tener una postura ante la vida que les permita construir un mundo diferente, esperemos que mejor.





viernes, 8 de febrero de 2013

Nos visita el Ratón Pérez

En julio de 2012 Sophi tuvo una ocurrencia muy particular (o tan particular como todas sus ocurrencias); había encontrado una moneda y me dijo: "Mami, encontré una moneda. La dejaré debajo de la almohada para el ratoncito Pérez con una nota. Él siempre regala monedas y yo quiero regalarle una." A una solicitud así no se le dice que no... Esta es la nota:
Pocas semanas después de esto me sorprendieron al llegar a buscar a las niñas al colegio:

- Por ahí anda tu niña con su diente.
- ¡¿Qué?!
- Que ya se le cayó el dientecito.
- ¡Pero si ella no tenía el diente flojo!



Resulta que Sophía abrió la tapa de un frasco con los dientes y con el esfuerzo se le salió un incisivo.
Por supuesto que se encendieron todas las alertas y salí del colegio directo al consultorio de mi papá para que la revisara. No podía creer que a Sophía, con a penas 5 añitos y 7 meses, ya estuviera mudando los dientes.



Efectivamente, en la radiografía se asomaban dos dientes de hueso abriéndose paso a como dé lugar, dejándome muy claro que la vida pasa tan rápido que a penas y nos da chance para tomar nota de momentos inolvidables como estos.








jueves, 7 de febrero de 2013

La visita inesperada en Navidad

En la víspera de navidad del 2012 nos encontrábamos familiarmente reunidos mi papá y mamá, mi tío y mi esposo. Las niñas ya se habían acostado para recargar las energías para la euforia por-venir de la siguiente mañana. La puerta del apartamento, abierta para facilitar la circulación de la brisa y los saludos de los vecinos, también dio acceso a una pequeña sombra que se escabulló al ras del rodapié: un pequeño ratón se había colado como invitado estelar y nos hizo espabilar enseguida.
Como en una operación comando, mi tío saltó para bloquear el paso hacia la biblioteca mientras Roberto buscaba una escoba y yo apartaba los muebles que podrían estorbar.
Con todo el alboroto las niñas se levantaron a curiosear y a la pregunta de que estaba pasando respondí que un pequeño ratón había entrado a la casa.
Sophía enseguida gritó preocupada: "¡No! ¡Es el ratón Pérez! ¡No le vayan a hacer daño!"
Todos quedamos paralizados. Durante algunos segundos el silencio permitió inferir que ninguno tenía una respuesta apropiada.
Tocó explicarles mientras que, escobas en mano, acechábamos cada rincón, que no era posible que fuera el ratón Pérez, que como él era mágico no necesitaba las puertas para entrar y que difícilmente vendría a la casa si no había un diente que buscar.
Luego de "atrapado" el pequeño intruso las niñas verificaron que no se tratara de ningún ratón conocido (Pérez, Mickey, Bernardo o Remi) y así pudieron culminar su víspera navideña sin mayor mortificación que la cantidad de regalos que les esperaría por la mañana.